En conclusión, podemos afirmar que el rápido y creciente ascenso de
la clase obrera, su posterior llegada al poder con la ayuda del
imperialismo soviético y, especialmente, los actos terroristas del grupo
armado MIR fue lo que puso en marcha el plan para impedir una
revolución marxista en Chile. Estados Unidos veía en la experiencia
socialista chilena, una amenaza para la región y un avance del
expansionismo soviético. Los intereses norteamericanos se consideraron
amenazados, por lo que la CIA armó una ofensiva que propició el boicot
económico que aumentó el pésimo estado económico y el caos en todos los
ámbitos de la realidad nacional. Esto encontró eco en la derecha chilena
que, al igual que Estados Unidos, no quería que el socialismo chileno
prosperara, ya que también remecía los cimientos de su dominio. Sus
principales instituciones y agentes políticos en el Congreso Nacional,
la Corte Suprema y la Contraloría, hicieron todo lo posible para
obstaculizar las iniciativas de Allende por hacer avanzar su programa de
gobierno por la vía institucional. A esto se sumó la propaganda
anti-allendista de los medios de comunicación derechistas, más la
prédica de dignatarios e instituciones de la Iglesia, los que
contribuyeron a crear un ambiente de desconfianza frente a esta
expresión socialista liderada por Allende. La DC también tuvo su parte
en esta campaña contra Allende, aun cuando su discurso parecía decir lo
contrario. Principalmente su gestión en el Congreso Nacional y la
presentación de los Estatutos de Garantías Constitucionales una vez que
Allende ascendió al poder, más la campaña del terror que algunos de sus
líderes promovieron, prepararon la vía legal para la intervención de las
Fuerzas Armadas por medio del golpe.
A todo esto se debe agregar
la imposibilidad de que la economía pudiera convertirse pacíficamente
al socialismo, la falta de capacidad de dar gobernabilidad de la propia
coalición, que terminó por envolver al presidente Allende, producto de
la división ideológica de fondo presente, sobre la forma de llevar a
Chile al socialismo. Esta imagen de incoherencia y la incertidumbre en
la conducción del país reforzó la percepción negativa que tenían los
sectores medios respecto al socialismo e intensificó la resistencia,
provocando un caos social y económico incontrolable que, finalmente,
gatillaron la intervención de las Fuerzas Armadas y de Orden y
desencadenaron el golpe de Estado que puso fin a la experiencia
socialista (comunista) chilena.
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